martes, 29 de septiembre de 2009

Declaración de intenciones.

No quiero que me vendas tu amor usado. No me prometas tu cielo ni tampoco una vida perfecta. No quiero llorar por ti, ni tampoco necesitarte. No quiero que me eches de menos ni me llames “corazón”. No quiero ser una más en tu lista de amantes de usar y tirar, pero gánate el derecho a que confíe en ti. No me quieras hacer feliz con regalos de amor de invernadero, ni busques que sonría a tu mirada de seductor. No quiero que seas un príncipe azul, ni si quiera morado, es más, no quiero que seas mi príncipe. No intentes jugar conmigo, porque te puedes acabar quemando. No quiero que me quieras, ni que intentes comprenderme. No busques la verdad en mis ojos, ni mis lágrimas al amanecer. No intentes engatusarme con promesas de una noche inolvidable. Quizá pienses que en el fondo soy una romántica, puede que tengas razón. Pero los romanticismos no son la causa de que quiera que busques dentro de ti mismo la forma de conquistarme. Deja las rosas rojas y el traje de conquistador a la entrada, espero que al menos, tu sonrisa me diga la verdad.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Bleeding red ♥.

Tenía la mirada triste y la sonrisa desamparada.

Cada tarde, se acercaba hasta aquel banco perfilado en el fin del paseo marítimo, junto a la farola solitaria y, veía atardecer. Invariablemente llegaba paseando, pulcra y reluciente, con la serenidad que tan solo se puede alcanzar con la edad, y, la mirada apagada de alguien que arrastra el dolor desde hace demasiados años. Se acercaba al banco, y pasaba la mano por encima, como intentando recordar mediante el tacto lo que atormentaba su memoria.
Llevaba unos guantes de piel, y, bajo ellos, unas manos de artista, con las uñas pintadas de un rojo sangrante, quizás como su corazón. Se los quitaba con la parsimonia de alguien a quien nada más que la soledad le espera al llegar a casa.
Mientras el sol se acercaba a la línea del horizonte y amenazaba con quemar el mar, abría su bolso, de piel gastada y broche dorado, y sacaba un cigarrillo y un mechero de plata labrada.
En el momento en que prendía el mechero, parecía que la luz volvía a esos ojos de color gris tormenta. De sus labios color burdeos, surgían volutas de humo que se deshacían al arrullo de las olas. Fumaba con abandono, perdida en recuerdos. Y sus ojos miraban sin ver al gran azul, convertido en haces de luz con coronas de espuma que, como el tiempo mismo, se deshacían en la arena.

A su izquierda, el acantilado.

Podría decirse que miles de veces se le pasó por la cabeza lanzarse al mar, y dejar de intentar sobrevivir al siguiente amanecer sin dejar que su interior se rompiera en mil pedazos. Pero había algo que se lo impedía, ese algo también le impedía alejarse de esa costa, maldita, e inhóspita para su corazón envenenado.
Siempre había sido una mujer solitaria, un alma en pena, un pasajero individual con un billete de ida por la vida en el tren equivocado, solía decir ella con la sonrisa rota.

Sonrisa que en su día tuvo vida, tanta vida como una mañana de verano, pero, la cruda realidad apareció en su vida como un invierno repentino e hizo que esa sonrisa se rompiera para siempre, sin la posibilidad de recomponerse del todo. No se puede decir que no lo intentó, pero quedó como una muñeca de porcelana tras caer al suelo, recompuesta en una burda imitación del brillo de la anterior.

En su piel de terciopelo, se ven las huellas del paso del tiempo, arrugas casi invisibles que cuando se mira al espejo la hacen volver al presente, y darse cuenta de que su propio tiempo pasa impasible, imparable e inalterable como las olas del mar que la atrapa.

En aquel banco desgrana los segundos del atardecer intentando encontrar lo que la propia vida le robó y buscarle a una existencia que se limitaba a buscar el equilibrio entre las sombras del pasado y el negro presente.

Mientras, el Sol asesina sus últimos momentos antes de morir una vez más, y el cigarrillo exhala sus volutas finales. Parece que el mundo se para mientras suspira, sin encontrar solución, un día más, y, las gaviotas, ajenas a todo, permanecen suspendidas en las corrientes de aire, impasivas ante lo que sucede bajo ellas, limitándose a dejarse llevar.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Basic Space.


I don't believe in love; I believe in physical attraction. Leave behind the emotions, just hear what says your skin.. Forget your mind, go back to the basics.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Love that film.


I hate the way you talk to me,
and the way you cut your hair.
I hate the way you drive my car,
I hate it when you stare.

I hate your big dumb combat boots
and the way you read my mind.
I hate you so much it makes me sick,
it even makes me rhyme.

I hate the way youre always right,
I hate y...I hate it when you lie.
I hate it when you make me laugh,
even worse when you make me cry.

I hate it when youre not around,
and the fact that you didnt call.
But mostly I hate the way I dont hate you,
not even close
not even a little bit,
not even at all.

martes, 1 de septiembre de 2009

Dance and explode.



Part your lips a bit more,
I'll swallow your fear.
I will show you how.
All the bite marks impress
A need to be here,
A need to see.