jueves, 2 de diciembre de 2010

Bitter taste.

Y otra vez la misma habitación.
La misma cama por hacer y la misma pared con fotos que se caen.
Los mismos recuerdos que retumban en los rincones.
Y la misma sensación que le impide huir.
La bombilla, solitaria, parpadea intentando contener su ultimo aliento mientas ella está tumbada en el suelo, con los pies en la pared.

Está de espaldas a la ventana y parece que las vetas de la madera fluyen hasta encontrarse con las ideas que se le amontonan en la cabeza.

El teléfono, silencioso, está tirado por algún rincón, probablemente entre las cervezas vacías.
Colgados del sofá, unos vaqueros.

La luz que entra por las rendijas de la persiana le molesta en los ojos, y en su boca se junta el gusto de la resaca con el sabor amargo de la derrota.
En el calendario hay tachados tres días, y, en la mini cadena empieza a sonar de nuevo la misma canción.
Si no fuera por el tic tac del reloj de la pared, diría que el tiempo se ha parado.

Sin embargo, el ruido de los coches es incontenible.

Ella misma se ha encerrado en una cárcel sin barrotes.

El teléfono comienza a sonar, y se arrastra a por él, dejándose caer luego contra la pared.
Mira quien llama y lo vuelve a dejar caer al suelo.

Reúne fuerzas para levantarse y va a por otra cerveza. Ha perdido la cuenta de las que lleva hoy.

En la cocina, el neón hace que todo sea demasiado reluciente. Era pequeña, pero para un alma solitaria como ella, era demasiado grande.
Se sentó en la encimera, con los pies colgando.

La nevera hacía ruido, y del grifo caían gotas que retumbaban como cañonazos en la habitación.
Las paredes se le caían encima también allí.

De repente, la bola de pelo apareció por la cocina. Se acercó lentamente y en sus ojos se vio reflejada tal y como estaba en ese momento.

Cansada, derrumbada, furiosa.

Con un suspiro se levantó de un salto y se dirigió al baño.
Se quitó la camiseta raída y se metió en la ducha, donde quizá el agua consiguiera sacarla de su cárcel invisible.

Un chorro de agua fría le cayó encima, y, sin previo aviso, empezó a llorar.

Se dejó caer, y, abrazada a sus rodillas, dejó que las lágrimas borraran los efectos del pasado.
Casi lo consigue.
Cuando él la encontró seguía allí, temblando y empapada.

Esta vez la batalla había podido con los prisioneros de guerra.


Your name, your face, it’s all you have left now.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

chaotic end, good times for sinners. Welcome to Hell I.

Tras una persiana medio bajada, con el humo del cigarrillo atrapándose entre sus ojos, y la sonrisa de quien no tiene nada que perder, me dijo algo que se me quedó grabado.

- ¿Sabes? El mejor consejo que me dieron nunca fué que me tomara las cosas con calma y siempre buscara la parte racional, porque es la única que te va a ayudar a encontrar la salida correcta, con el menor daño posible. - Desde entonces, solo me reconoce la gente que sabe donde mirar.

Nunca perdió el control.

Y ver amanecer tras el cristal de aquel vaso, lleno tan solo de hielos, y cargado de todas las emociones que saqué de mi alma. Sentada en ese banco solitario al final de la calle, donde tan solo los gatos callejeros pasean, a la espera de un futuro más prometedor que el que me trae el periódico matinal. 
Búsqueda de la niebla que serpentea entre las gotas de lluvia vistas al trasluz de una farola, sonrisas con la promesa de una buena perspectiva del telón.

viernes, 18 de junio de 2010

Long nights.


La vela sigue brillando. Todo está a oscuras y sus ojos brillan, cercanos a la luz, pero lejanos de la realidad.
La ventana está abierta, y el susurro de la oscuridad se perfila por las rendijas de la persiana. Ella estaba tumbada en la cama, con los brazos cruzados y la barbilla apoyada en el brazo, mirando la llama sin parpadear apenas.

Llevaba horas sin dormir, observando como la cera se iba derritiendo y los segundos se transformaban en horas.

Por sus oidos, toda clase de sueños, gritos, frases, ruidos, estallidos de silencio llegados de la nada. Todo retumbaba en su cabeza y esta vez no podía echarle la culpa a la resaca.


De los cascos, unas notas disonantes enturbian la serena oscuridad de la habitación, produciendo a cada golpe de guitarra que su estado de semiinconsciencia tiemble y obligue a sus pensamientos a tomar tierra.
La cera sigue cayendo y los minutos pasan.

Falta poco para el amanecer, parece mentira que el tiempo siga su curso, nada le importa al gran omnipotente, presencia omnisciente en nuestros sentidos.
Cada segundo que pasa será un segundo menos para reconstruir un mundo hecho trizas.
La parte de su cabeza capaz de dilucidar pensamientos aislados le decía que no tenía sentido, que esas respuestas nunca llegan y que el tiempo aparecería para curar las heridas.

Escalofríos recorren su espalda cuando la parte irracional se imponte en la lucha interna. Ahora nada tiene sentido, y solo ordenando sus pensamientos podrá encontrar la calma.

miércoles, 9 de junio de 2010

Infinity.


Things to do before I die,
unknown pleasures.

domingo, 9 de mayo de 2010

El camino al infierno está lleno de buenas intenciones.


Para ti ya no tengo nombre.
Para ti tampoco existo.
Para ti fui declarada muerta hace tiempo.
Para ti desaparecí esa tarde de invierno cuando mis huellas se desdibujaron entre la niebla.
Para ti agonicé cuando mis nudillos sangraban ante un muro cualquiera.
Para ti sufrí las cadenas del silencio entre gritos de impotencia.
Para ti pasé noches en blanco pensando una vía de escape.
Para ti añoré la tranquilidad de las tardes de café.
Para ti hubo máscaras.
Para ti hubo sonrisas, y también lágrimas.
Para ti huí de la gente.
Para ti me enfrenté a mis demonios.
Para ti nunca perdí el control.
Para ti, supe protegerme.
Para ti aprendí a desvanecerme entre las sombras.
Para ti aprendí a valorar la soledad.
Para ti, la silueta de mi figura se desdibujaba por las noches, con más alcohol que sangre en las venas.

Para ti, un día me fui.

“Solo desaparece quien tiene algún sitio donde ir.”

domingo, 7 de marzo de 2010

the perfect crime.

The sound of silence is curious, and not less than appealing, but lately it collides with the noise inside my head, and I'm at the point where I cannot even try to quell the murmuring echoes with the strains of the music.
Seems that the easiest solution is to cover myself with ice, once again, but there’s too much hate in my veins to let my body rest under the ground.
Perhaps this fucking life wins the battle and we die as if our pain had exploded.